Vivir con un trastorno de bipolaridad e intentar insertarse con éxito en el ámbito laboral, social y familiar. No es una tarea sencilla, pero tampoco imposible. Las personas que padecen de esta enfermedad pasan de la euforia a la tristeza. O de la alegría a las ideas suicidas en cuestión de semanas e incluso en días. Sin embargo, más allá de los estigmas, gracias a los avances de la medicina, existen nuevos tratamientos para el trastorno bipolar con los que cualquier persona de este perfil puede llevar una vida relativamente normal.
Pese a ello, se debe tener claro que esta patología mental no tiene cura, por lo que demanda de un seguimiento constante y de un control farmacológico permanente. Además, dependiendo del tipo de bipolaridad que se diagnostique, los síntomas variarán en términos de frecuencia e intensidad. Es decir, que algunos serán más fáciles de abordar que otros. En todo caso, lo importante es detectarlo lo más temprano posible, a fin de evitar que el individuo se haga daño o que su conducta interfiera en sus relaciones interpersonales.
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Tratamientos para el trastorno bipolar
El trastorno bipolar es una enfermedad mental con una base biológica y genética que va más allá de la personalidad y de simples cambios de humor. Todos experimentamos altibajos emocionales a lo largo de nuestra vida. Pero quien sufre de esta condición, atraviesa por constantes luchas internas con sus pensamientos y emociones. Una inestabilidad psicológica que también se manifiesta en dificultades para conciliar el sueño, en hiperactividad y en problemas de concentración.
El término bipolaridad se emplea con mucha ligereza por estos días y pocos son los que realmente comprenden la importancia del diagnóstico oportuno de esta patología. De acuerdo con cifras de la Organización Mundial de la Salud, cerca de 45 millones de personas en el mundo padecen de este trastorno. Mientras que, en España, más de 1 millón de personas se ven afectadas por algún tipo de bipolaridad. Así que es un tema sobre el que vale la pena concientizar.
Esta enfermedad, por lo general, se presenta en forma de episodios y en base a ellos es posible clasificar sus distintas variantes. Están los episodios maníacos en los que la persona suele mostrarse eufórica, animada o irritable. Los episodios depresivos en los que priman la tristeza y las ideas suicidas. Y los mixtos, que son una combinación de los síntomas de ambos tipos de episodios.
Todos ameritan el abordaje de un profesional de salud mental, sin embargo, en función de la gravedad del caso se prescribirán distintos tratamientos. Existen múltiples opciones para que una persona con bipolaridad se sienta mejor. Elegir la más adecuada pasará por ver cómo responde cada organismo a las distintas terapias y medicamentos. En tal sentido, te presentamos algunas de las soluciones más efectivas e innovadoras que se aplican hasta el momento:
Estabilizadores de estado de ánimo
Los estabilizadores de ánimo son fármacos que sirven para evitar variaciones bruscas de energía. Y como su nombre lo indica, ayudan a mantener un equilibrio en las emociones que experimentan las personas. Por ello, es uno los tratamientos para el trastorno bipolar más recomendados por los expertos. Aunque también suele prescribirse en casos de esquizofrenia y de problemas asociados con la depresión.
El cerebro se comunica mediante neurotransmisores y en quienes padecen de bipolaridad dichos niveles suelen estar desequilibrados. Esto provoca una sobreestimulación de ciertas regiones del cerebro. Sin embargo, mediante la toma de estabilizadores de ánimo la actividad y los niveles de esos neurotransmisores vuelven a la normalidad. Haciendo que el sujeto se sienta menos triste o impulsivo.
Por tales motivos, estos medicamentos están especialmente indicados para controlar episodios maníacos e hipomaníacos. Es decir, aquellas conductas en las que se está extremadamente eufórico y aquellos escenarios en que los síntomas de exaltación y de agitación son más leves.
El carbonato de litio y el ácido valproico, suelen ser los estabilizadores de ánimo más indicados ante este tipo de patología. El litio ha demostrado ser eficaz en trastornos de bipolaridad aguda, pero además ayuda a prevenir la recurrencia de los episodios. Mientras que el ácido valproico es en esencia un anticonvulsivo que, tras múltiples ensayos clínicos, se descubrió útil para regular el humor.
Aunque el psiquiatra que esté a cargo del caso, también podría recetar lamotrigina, divalproato sódico o carbamazepina. Todo dependerá de cómo reaccione el organismo del paciente ante los primeros dos fármacos.
Antipsicóticos o antidepresivos
Pese a que los estabilizadores de ánimo ayudan con la bipolaridad, no siempre son 100% efectivos. En ese orden, si los síntomas maníacos y depresivos persisten. Existe la posibilidad de que el médico especializado en salud mental considere necesario añadir antipsicóticos y antidepresivos al programa farmacológico.
Los antipsicóticos resultarán especialmente útiles para contrarrestar los delirios y las alucinaciones propias del trastorno esquizoafectivo. Un tipo de bipolaridad muy parecida al tipo I caracterizada por presentar episodios mixtos más manifestaciones psicóticas. Lo cierto es que, los antipsicóticos son de gran utilidad para regular la función de los circuitos cerebrales encargados de la percepción, el estado de ánimo y el pensamiento. Por ello, se recomiendan en las etapas maníacas.
El aripiprazol, la asenapina, la lurasidona, la olanzapina, la risperidona y la quetiapina. Constituyen algunos de los compuestos de esta naturaleza más recetados por los especialistas. No obstante, en ocasiones un solo medicamento no basta para controlar esta enfermedad. Y es allí cuando se vuelve pertinente combinar antipsicóticos con ciertos antidepresivos.
Sin embargo, todo este proceso debe llevarse a cabo bajo supervisión médica, ya que diversos antidepresivos pueden desencadenar episodios de manía. Así que si tu doctor opta por probar con este método lo más probable es que te prescriba Zoloft, Prozac o Effexor.
Psicoterapia
Ante un trastorno de bipolaridad los tratamientos con fármacos son imprescindibles, pero complementarlos con intervención psicológica y terapéutica optimiza aún más los resultados. La psicoterapia es fundamental para que un experto analice los síntomas y sentimientos del afectado. Pero también para que la persona exteriorice su experiencia. Por tanto, puede llevarse a cabo tanto de manera individual como grupal, arropando incluso al entorno familiar.
Se ha comprobado que quienes acuden a psicoterapia para reforzar el abordaje de esta enfermedad. Logran cambios más positivos en sus relaciones sociales que aquellos pacientes que prescinden de ella. Además, existen diversas terapias, por lo que es posible elegir entre al menos cuatro tipos de ellas:
Terapia interpersonal y de ritmo social
Se centra en trabajar la estabilización de las rutinas diarias, como comer, dormir o hacer ejercicio. Establecer un ritmo en las actividades cotidianas de las personas con bipolaridad, les ayuda significativamente a obtener un mayor control de su estado de ánimo.
Terapia cognitiva conductual
Consiste en identificar creencias y comportamientos poco saludables, para luego reemplazarlos por otros más positivos. Aunado a ello, con la terapia conductual es posible precisar con mayor facilidad los factores que desencadenan los episodios bipolares. Sin contar con el hecho de que le enseña a los pacientes estrategias altamente eficaces para que aprendan a controlar el estrés y a enfrentar situaciones angustiantes.
Psicoeducación
La psicoeducación es una herramienta esencial para el entorno de las personas que sufren de bipolaridad. Básicamente porque les ayuda a comprender mejor la naturaleza de la patología y gracias a ello pueden implementar medidas más apropiadas para apoyarlos en su proceso. Además, manejar esta información les permite reconocer con mayor facilidad los problemas que enfrentan dichos sujetos. Un bagaje clave para elaborar un plan preventivo ante recaídas.
Terapia familiar
El apoyo de la familia y la comunicación son fundamentales cuando se padece de una enfermedad mental. Sobre todo, para que el paciente con bipolaridad consiga cumplir a cabalidad con las primeras fases del tratamiento. Y es que, la implicación de sus seres queridos en su condición, será de gran utilidad para advertir cambios o irregularidades que el mismo afectado no podría determinar con la misma claridad.
Terapia electroconvulsiva
Cuando los programas más conservadores han fallado y cuando los síntomas de la patología mental son tan graves que amenazan la vida del individuo. Otro de los tratamientos para el trastorno bipolar al que se puede recurrir es la terapia electroconvulsiva. Este procedimiento consiste en aplicar una pequeña cantidad de corriente sobre el cerebro, por lo que también se le conoce como terapia de choque.
Estos estímulos inducen una breve convulsión sobre dicho órgano, alterando la química cerebral y reestableciendo el equilibrio que se ha visto comprometido. Su aplicación demanda de anestesia general y se estima que tiene una eficacia de hasta 75% en pacientes con bipolaridad. No obstante, se debe estar consciente que, como ocurre con otros métodos. El electrochoque no está libre de efectos secundarios y la pérdida de memoria podría ser alguno de ellos.
Estimulación magnética transcraneal
Se trata de una de las alternativas más innovadoras y menos invasivas e indoloras para regular los cambiantes estados de ánimo de la bipolaridad. Y a diferencia de la terapia anticonvulsiva no requiere de ningún tipo de anestesia. Sus efectos de estimulación cerebral se consiguen mediante la administración de una serie de ondas electromagnéticas que se aplican mediante una bobina sobre el cuero cabelludo.
A través de dichas ondas se induce un campo eléctrico en la corteza prefrontal del cerebro y de ese modo se logra excitar la actividad de las células nerviosas. Un proceso de reequilibrio que se ve sustancialmente reflejado a largo plazo en los cambios del comportamiento del individuo. Además, la estimulación magnética transcraneal no ocasiona daños colaterales y permite que el paciente pueda reanudar sus actividades inmediatamente después de la terapia.
Una serie de ventajas que, sin duda, la hacen uno de los mejores tratamientos para el trastorno bipolar.
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