Nuestro cuerpo es una máquina perfecta que utiliza diversas estructuras, tejidos y sistemas para su correcto funcionamiento. Sin embargo, cualquiera de estos elementos, cuando no se tienen los cuidados adecuados, puede fallar. El organismo se encuentra propenso a sufrir daños internos o externos por enfermedades, traumatismos e infecciones. Y es precisamente de una de ellas, de la que hablaremos a continuación. La osteomielitis o infección de los huesos. Sigue leyendo y descubre más sobre este tema.
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¿Qué es la osteomielitis?
La osteomielitis es un proceso infeccioso que se desarrolla en la estructura ósea. Estas se clasifican según su evolución, siendo así:
- Osteomelitis aguda: con un tiempo de evolución de días o semanas.
- El tiempo de evolución son días o semanas.
- Osteomelitis crónica: la evolución ocurre por meses o años. Es reconocible porque algunas áreas del hueso se separan al estar muertas.
También se clasifican según el curso de llegada de la infección. Esta puede ser una osteomielitis hematógena, con origen en la sangre. Pero también puede venir de otro camino, por lo que se conoce como osteomielitis no hematógena. Generada por fracturas, traumatismos, úlceras, heridas o infecciones articulares.
Esta enfermedad se presenta con mayor frecuencia en personas que padecen diabetes, quienes poseen clavos o prótesis en sus huesos y articulaciones o cuando no existe circulación hacia alguna extremidad.
La ostiomielitis se produce por bacterias. Las del tipo no hematógenas, suelen desarrollarse por bacterias que habitan la piel. Siendo el estafilococo el más común. Pero puede producirse también por varias bacterias diferentes.
¿Cuáles son sus síntomas?
Osteomielitis no hematógena
Aguda
Presenta molestia y dolor en el área infectada, que incrementa con el movimiento. Por lo general, la parte afectada se muestra inflamada, con dolor al tacto y enrojecida. Puede traer consigo fiebre y escalofríos. Si su origen es en la sangre y se presenta en las vértebras, la pelvis o la cadera, habrá dolor en la zona, aunque no haya fiebre o inflamación.
Crónica
Se caracteriza por manifestar dolor en el área infectada, asociada al enrojecimiento de la zona. Puede aparecer un agujero supurante en la piel. Debido a que el hueso buscará una forma de liberar parte del pus. En esta osteomielitis no se presenta fiebre, por lo que resulta muy difícil de diagnosticar si se encuentra cerca de una úlcera o prótesis. Comienza a pensarse que existe una infección en los huesos si la úlcera no puede curarse y se encuentra sobre una prominencia de hueso.
Osteomielitis hematógena
Como hemos mencionado con anterioridad, la osteomielitis hematógena hace referencia a una infección que entra al hueso desde la sangre. Para ello, la bacteria que la ocasiona, debe haber ingresado al torrente sanguíneo, antes de entrar al hueso. Es muy frecuente en niños y en personas que se administran drogas por vía intravenosa.
Es también posible que se manifieste en personas que se encuentran expuestas de alguna otra forma, al paso de bacterias a la sangre. La inserción de un catéter en una vena, a través del intestino, la orina, la piel u otro origen. Es muy común su desarrollo en las vértebras, la cadera o la pelvis.
Se caracteriza por tener los mismos síntomas que la osteomielitis no hematógena. No obstante, destaca por afectar principalmente a los huesos largos, como los antes nombrados, el esternón o el fémur.
En cualquiera de sus formas, provoca dolor local, que puede aumentar con la presión ejercida en el área. Si el daño es en un hueso superficial, puede apreciarse el enrojecimiento. Puede aparecer con fiebre intensa y fuerte dolor en el área afectada. Pero también, podría no manifestar subida de temperatura o molestia. Haciendo que el diagnóstico sea difícil.
¿Cómo se diagnostica la enfermedad?
El diagnóstico dependerá del tipo de osteomielitis que se padezca. La no hematógena se considera cuando existe una herida que no consigue sanar y, en cambio, aumenta el dolor en la zona. Del mismo modo, cuando una fractura no se consolida o aparece un camino fistuloso visible en la piel. Esta infección es muy frecuente en personas diabéticas, prestando gran atención al momento de formarse una herida que no cura y que puede alcanzar el hueso.
Confirmar esta enfermedad puede ser muy difícil en algunas ocasiones. Sobre todo, en quienes tienen prótesis o clavos, o presentan heridas en la piel de forma frecuente. Debido a una falta de inervación o circulación a la zona. Para descubrir y diagnosticar la osteomielitis se deben realizar radiografías del área, gammagrafía o TAC. También puede realizarse un cultivo o biopsia del hueso, que permitan estudiar el estado del mismo.
Para diagnosticar una osteomielitis hematógena, se debe obtener un cultivo sanguíneo. En la mayoría de casos su resultado es negativo, pero esto no significa que no existe. El germen más habitual es el estafilococo.
Complicaciones
Una infección de los huesos puede complicarse cuando aparecen fístulas desde el hueso afectado, hasta la piel. Esto produce celulitis en el tejido colindante y la formación de abscesos en zonas difíciles de tratar por un antibiótico. También es posible que ocurra una artritis séptica por cercanía de la articulación con el hueso enfermo.
Otra de las complicaciones de esta enfermedad, es la deformidad o fractura del hueso comprometido. Como también, el desarrollo de cáncer en la zona o el paso del proceso infeccioso hacia la sangre, causando sepsis.
Tratamiento de la infección del hueso
El tratamiento suele ser combinado, entre la administración de antibióticos y la limpieza quirúrgica del área.
Con antibióticos debe ser dirigido. Esto quiere decir que, la bacteria causante de la infección debe conocerse. Para ello, se lleva a cabo un antibiograma. Puesto que, en la mayoría de casos, los cultivos de exudado de la zona, los hemocultivos o la biopsia, pueden resultar negativos. Por esta razón, se suele brindar un tratamiento antibiótico empírico. Utilizando medicamentos que puedan atacar la mayor cantidad de bacterias que puedan estar causando esta infección.
Por lo general se indican a la vez, varios antibióticos. Este tratamiento ha de mantenerse de forma prolongada, por al menos, 6 semanas. En caso de que el área cuente con alguna prótesis, entonces la antibioticoterapia se prolongará por más tiempo.
Cuando se trata de una limpieza quirúrgica, es posible que sea necesario retirar las prótesis o clavos que existan en la zona. Este recurso se toma en cuenta cuando, tras un tiempo prolongado de haber utilizado antibióticos, la infección se mantiene.
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